PROTEGER LA ATMÓSFERA Y EL AIRE QUE RESPIRAMOS

Una de las principales dificultades al tratar la contaminación ambiental y atmosférica es que los intereses corporativos, a menudo impulsados por objetivos a corto plazo y la necesidad de maximizar el beneficio y la cuota de mercado, se resisten a las normativas, inhibiendo el desarrollo de procesos tecnológicos y estructuras económicas que podrían apoyar un cambio hacia una atmósfera sana.

Pero el problema no sólo son los grandes negocios. Todos estamos implicados. La opinión pública está significativamente influida por la preocupación de que la legislación para proteger la atmósfera pueda dañar la salud económica de los países. En la mayoría de los casos se trata de miedos irracionales. Para pensar con claridad necesitamos que la información esté impulsada por una preocupación por el bien común. Una buena voluntad genuina, y no la fachada sentimental de la buena voluntad, es lo que conducirá a políticas que garanticen una atmósfera pura.

La actual crisis de políticas en torno a la protección del aire que respiramos es una crisis política y moral, reflejo de una profunda crisis espiritual. Las personas de buena voluntad, casi por definición, muestran una preocupación esencial por el bienestar de la humanidad y los demás reinos de la naturaleza. Cuando esta preocupación se traslada a la vida política y económica, los gobiernos y la industria se persuaden de hacer lo que sea necesario a fin de asegurar aire limpio y un medioambiente sano. La crisis espiritual puede resumirse en términos del despertar de un espíritu de responsabilidad universal entre las personas de buena voluntad. Los que despiertan son esas personas inteligentes y conscientes cuyo deseo abnegado de contribuir al bien de la totalidad es la fuerza motriz de su vida espiritual, así como de sus relaciones sociales y de su vida profesional, económica y política. Podemos considerar intuitivamente a los que despiertan como los representantes de los Mundos Superiores, sean o no conscientes de ello, porque lo que está guiando a la humanidad hacia y a través de esta crisis espiritual es la jerarquía de seres iluminados. En el proceso de asumir la responsabilidad de purificar la atmósfera física, el aire que todos respiramos, nos acercaremos progresivamente al siguiente reino espiritual, el reino de las almas, y nos volveremos más receptivos a las energías entrantes de Acuario. Esta es la historia de nuestra época.

El Grupo de Nuevos Servidores del Mundo está en proceso de asumir el liderazgo en la educación y movilización de las personas de buena voluntad en todas las grandes cuestiones de nuestros tiempos. Su enfoque transciende las políticas tradicionales de izquierda o derecha. Sin duda, quienes estén impulsados por una preocupación esencial por el bienestar de la atmósfera apoyarán diferentes medidas prácticas para alcanzar un medioambiente sano y limpio: legislación, incentivos de mercado, educación, etc.

Un análisis cercano revela que las fuerzas de buena voluntad están ya produciendo políticas a nivel local, nacional e internacional, diseñadas para proteger la integridad de laatmósfera y, cuando es necesario, para sanar los efectos de las toxinas. Evidentemente, hace falta mucho más, las políticas efectivas no están sino en las etapasiniciales de su desarrollo, pero podemos extraer inspiración de los logros que se han realizado en ciertas áreas.

Dos de las historias de éxito más llamativas se encuentran en acciones que gobiernos nacionales han acordado emprender siguiendo tratados y convenciones internacionales facilitados a través de Naciones Unidas y sus agencias.

La Reducción del Ozono

Una capa de moléculas de ozono en la atmósfera exterior absorbe gran parte de la radiación dañina UV-B del sol y crea una pantalla contra la radiación letal UV-C. Los clorofluocarbonos (CFCs) y los halones son gases que se han empleado extensamente en una gama de productos desde los años 30, incluyendo refrigeradores, aparatos de aire acondicionado, latas de spray y extintores de incendios. Estos gases acaban por descomponerse en la atmósfera, liberando átomos de cloro y bromo, que producen una reducción de ozono. Como resultado, en las décadas de los 70 y los 80 vimos unos aumentos dramáticos en la incidencia de cáncer de piel y cataratas en los ojos, los sistemas inmunes se debilitaban, los animales quedaban afectados adversamente y los ecosistemas oceánicos resultaron dañados, reduciéndose los bancos de peces y las cosechas vegetales

La Convención de Viena para la Protección de la Capa de Ozono fue aprobada por los gobiernos en 1985 y entró en vigor en 1988. Fomentaba la cooperación entre los firmantes para estudiar los efectos de la interacción humana en la capa de ozono. La convención iba acompañada por el Protocolo de Montreal sobre Sustancias que Reducen la Capa de Ozono, que requería a los países firmantes que emprendiesen acciones específicas para controlar las sustancias reductoras de ozono, y que se firmó en septiembre de 1987. En conjunto, la Convención y el Protocolo han sido uno de los tratados medioambientales con más éxito de todos los tiempos. Con 197 participantes, son los tratados con una ratificación más amplia en la historia de Naciones Unidas y, hasta la fecha, han permitido reducciones de más del 97% de toda la consumición globalde sustancias controladas reductoras de ozono.

En su Informe del Milenio, el anterior Secretario General, Kofi Anan, destacó el papel desempeñado por las personas de la sociedad civil que habían despertado ante este tratado del ozono, observando: Antes del Protocolo las negociaciones intergubernamentales no lograron, por sí mismas, movilizar apoyo suficiente para las medidas tan amplias que se necesitaban. Pero la intensa presión por parte de las organizaciones de la sociedad civil, la presentación de evidencia científica abrumadora –y el descubrimiento del inmenso agujero de ozono sobre la Antártida– crearon eventualmente el consenso necesario para que el acuerdo se firmase.

Desde 1987 el Protocolo ha sido modificado cinco veces, acelerando la agenda de eliminación gradual de los gases dañinos. Los gobiernos que ratifican el protocolo están obligados legalmente a implementar las restricciones requeridas bajo el protocolo. A pesar de éxitos muy significativos, la historia continúa, porque a pesar de que el Protocolo en sí ha sido ratificado por todos los gobiernos firmantes, cierto número de las modificaciones, que requieren medidas de control más fuertes siguen pendientes de ratificación por parte de varios gobiernos.

El Control del Tabaco

No deja de ser curioso que el riesgo más serio para la salud asociado con la respiración venga de una elección de comportamiento, a menudo realizada por jóvenes, algunos de los cuales son conscientes de los peligros. La inhalación del humo del tabaco es un extendido hábito adictivo en las culturas de todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud de Naciones Unidas, la epidemia del tabaco es una de las mayores amenazas a la salud pública a las que se ha enfrentado el mundo. Es responsable de casi 6 millones de muertes al año –más de 600.000 de estas son el resultado de exponer a no fumadores al humo de segunda mano. Hay mil millones de fumadores en todo el mundo –el ochenta por ciento de ellos viven en países con niveles de renta baja y media.

Fumar no sólo es un pasatiempo popular en muchas sociedades, está extendido por todo el mundo y apoyado por poderosos intereses económicos que producen y venden cigarrillos y productos relacionados con el tabaco. Terminar con la difusión del hábito y animar a la gente a dejar de fumar o a no empezar a hacerlo es una tarea formidable que exige cambios significativos en actitudes y comportamiento social. Para romper el hábito los individuos necesitan información clara sobre los riesgos para la salud y, como resultado de esa información, es necesario que quieran dejar de fumar. Simultáneamente, debe restringirse la venta de cigarrillos, si no prohibirse. Enfrentados a semejantes dificultades, es alentador observar el progreso que se ha realizado en los esfuerzos mundiales por luchar contra la epidemia del tabaco.

En las últimas décadas, muchos países han sido pioneros en promover estrictos regimenes anti-tabaco, prohibiendo que se fume en lugares públicos, limitando severamente la publicidad de cigarrillos, haciendo que los cigarrillos tributen de manera que al menos parte de los gastos de los cuidados hospitalarios de enfermedades derivadas del tabaco sean cubiertos por los fumadores, financiando campañas de información al público de los peligros y prestando apoyo a los fumadores que quieran dejarlo. Este movimiento se ha convertido en una campaña global y en 2005 entró en vigor el Marco de Acuerdo Global sobre el Control del Tabaco de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se ha convertido en uno de los tratados más ampliamente suscritos en la historia de Naciones Unidas, con 176 participantes que abarcan el 88% de la población mundial.

Desde 2008, la campaña internacional liderada por la OMS se ha centrado en seis medidas prácticas, baratas y alcanzables para ayudar a los países a reducir las cifras de personas que fuman tabaco: monitorizar el uso del tabaco y las políticas de prevención; proteger a las personas del humo del tabaco; ofrecer ayuda para dejar el hábito del tabaco; advertir sobre los peligros; ejecutar prohibiciones sobre la publicidad, la promoción y el patrocinio del tabaco; y subir las tasas del tabaco. Una de las mayores historias de éxito en respuesta a este programa es la de Turquía, un país tradicionalmente inmerso en la cultura del tabaco. Hace seis años, más de uno de cada tres adultos consumía tabaco. En 2012, gracias a la acción de las seis medidas, los fumadores habían descendido un 13,4% y había una caída del 20% en el número de ciudadanos ingresados en el hospital por enfermedades relacionadas con el tabaco.

Estos dos tratados internacionales, gobernando la reducción de la capa de ozono y la reducción de fumadores, y las acciones que se han derivado de ellos, proporcionan la evidencia más clara de nuestra capacidad como especie para tomar los pasos necesarios para asegurar una atmósfera sana y sustentadora de vida. Puede hacerse –pero sólo se hará a medida que lo demanden las personas de buena voluntad.

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