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David Nicol (Director del Proyecto Gaiafield)

La tarea de hoy es relativamente sencilla, porque activismo sutil es, en general, un nombre para algo que estamos haciendo aquí hoy y que muchos grupos están haciendo. Parte de mi trabajo es crear un marco lo bastante grande como para que los grupos se reconozcan entre sí y aporten más coherencia a ese campo. A veces la gente dice que tenemos que hacer algo más que predicar al converso, pero parte de nuestro trabajo consiste en ayudar a los conversos a encontrarse unos a otros, y el potencial de la amplificación de lo que pueda suceder en esta Tierra es magnífico.

Hablar sobre este concepto de activismo sutil en un medio público tiene algo de reto; es un proceso verdaderamente sutil y misterioso y el tipo de poder del que estamos hablando sólo se produce cuando somos totalmente transparentes y abiertos. En cierto sentido, inclinarnos con nuestra consciencia hacia cosas que están sucediendo en el mundo pero estar totalmente indefensos resulta un fenómeno poco habitual. Pero cuando lo hacemos, estamos saliendo al encuentro del mundo con nuestra verdad y de eso es de lo que estamos realmente hablando. A veces no es fácil ser transparente cuando nos enfrentamos al mundo, pero parte de nuestro trabajo es crear estos espacios en los que podemos darnos permiso los unos a los otros para abrir y acceder al anhelo más profundo de nuestros corazones para lo que queremos ver en el mundo, cuando nos involucramos en las cuestiones del mundo.

¿Cómo llegué a este trabajo del activismo sutil? A finales de mi adolescencia tuve súbitamente una profunda experiencia sobre la impermanencia de la vida. Supe que moriría y que cualquier cosa que previamente me hubiese parecido significativa en términos de logros y relaciones externos desaparecería. Esto se introdujo en mi mente como un pensamiento muy distinto que cambió totalmente mi trayectoria y me impulsó a un camino de trabajo y descubrimiento espiritual que ha sido el punto fuerte de mi vida desde entonces. Pero paralelamente a este interés en la espiritualidad, siempre he estado extremadamente interesado en la vida política y especialmente por aquellos individuos que parecen a veces estar poseídos por una fuerza del destino para erguirse en la vida pública por una verdad profunda: Gandhi y Martin Luther King, Jr. Estaba fascinado por la fuerza del destino que parecía ser inherente y profundamente intencional en sus vidas. Así que siempre he buscado formas de juntar estos dos mundos‑esta profunda búsqueda en pos de la realización espiritual y el mundo del cambio social. Y especialmente a medida que he despertado más a las cuestiones colectivas del momento crucial en el que parece que estamos –la difícil trayectoria que sigue la civilización moderna– y de querer desempeñar un papel para trasladar las cosas a un nivel colectivo.

Inicialmente me interesaba el activismo medioambiental, y me convertí en un abogado medioambiental en Australia, acudiendo a mítines y participando en acciones legales y, aunque muchas de estas cosas me parecieron sumamente significativas, había ciertos aspectos que no me satisfacían tanto. En este trabajo descubrí que aunque nuestra intención era centrarnos en cuestiones globales, estas se diluían en menudencias a nivel local. No sólo estaba motivado para apagar fuegos aquí y allá, sino que también estaba interesado en la fuente que alimentaba estos fuegos. ¿Cuál era la consciencia subyacente que estaba creando estos problemas y cómo podíamos involucrarnos de manera que incidiésemos sobre ese nivel de consciencia? Me impresionó que muchos de los activistas con los que estaba implicado respondían de maneras muy reactivas, empleando un enfoque airado y confrontacional. Descubrí que necesitaba encontrar una forma de participar que estuviese más alineada con mis profundos valores y experiencias espirituales. Y así, buscando la forma de unificar todas estas cosas, llegué a los EEUU y al California Institute of Integral Studies y pude abrirme a los muchos pensadores visionarios que hay aquí. Sucedieron unas cuantas cosas.

En respuesta a la campaña presidencial de Dennis Kucinich en 2004, mis colaboradores y yo creamos la Spiritual Call to Action (Llamada espiritual a la acción) para contactar más explícitamente la dimensión espiritual de la campaña. Enviamos correos electrónicos invitando a la gente a participar en una serie de meditaciones globales. Esta experiencia fue una revelación. Involucramos a personas de más de sesenta países y obtuvimos una respuesta masiva. La experiencia me generó la impresión de que diferentes flujos de significado estaban unificándose en mi interior. Realmente resonó profundamente en mí, activando una noción de propósito. Pensé: “Esto tiene sentido. Así es como quiero contribuir, esto es lo que quiero hacer”. Ese camino me encontró y, cuando lo hizo, quedó claro que era mi camino y, desde entonces, es como si el camino se estuviese formando.

El activismo sutil se define como unas prácticas espirituales, o basadas en la consciencia, que apoyan la transformación colectiva. Es un marco muy amplio que vincula los diversos esfuerzos que se mueven en la misma dirección. El activismo sutil es un tipo de espiritualidad comprometida que puede conducir a una acción inteligente en el mundo, pero existe una distinción entre lo que estoy intentando mostrar y la práctica espiritual en y de por sí. El activismo sutil es una poderosa forma de acción que a menudo es pasada por alto pero que, si se domina, puede ser muy potente. Mi esfuerzo consiste en dominar ese poder en el contexto de un acercamiento más integrador al cambio social, aunque no es un sustituto para formas más físicas de acción, pero a veces logramos más con un enfoque holístico que se acerque a la dimensión interna del significado así como a la dimensión práctica del cambio social.

Para mí, la esencia del activismo sutil es que apunta a la transformación colectiva, pero admite la participación de individuos y pequeños o grandes grupos. Podemos considerar el activismo sutil como algo dirigido a diferentes aspectos de lo colectivo. Podemos pensar en curar traumas colectivos del pasado como, por ejemplo, prácticas que ayuden a sanar el residuo emocional y espiritual del Holocausto. Podemos considerarlo como un modo de proporcionar apoyo durante desastres naturales o las crisis socio-políticas de hoy. Cuando se presenta una emergencia o una crisis colectiva en algún lugar del mundo, como el tsunami japonés, se observa una afluencia masiva de ayuda a muchos niveles, incluyendo la oración, y muchas personas se conmueven espontáneamente por los que sufren. Lo que proponemos es aprovechar el impulso y la ola de compasión que fluye alrededor de la Tierra en tales momentos. Y después podemos pensar en acciones para el futuro en las que miles de personas estén manteniendo una visión de la Tierra en paz y creando un elemento atrayente en la psique colectiva hacia el que podamos avanzar.

¿Por qué es importante esta idea ahora, y qué tiene de especial nuestro momento para exigir semejante enfoque? En general, es un fenómeno muy natural a lo largo de la historia humana. Si retrocedemos a las antiguas culturas indígenas, los chamanes y los videntes, los hombres sabios, estaban siempre profundamente implicados en la toma de decisiones colectivas de sus sociedades. En muchas versiones, aunque trabajasen la sanación individual, la función de los chamanes era mantener el equilibrio entre la sociedad humana y el mundo no humano mediante el viaje, la ceremonia, implicándose en los niveles sutiles para mantener el equilibrio. De manera que, en cierto sentido, no es más que una orientación natural. En estos tiempos, en Occidente, hemos visto a la espiritualidad divorciarse del proceso de toma de decisiones colectivo. Una forma de entender lo que estamos viviendo, la profunda estructura de la vida moderna, es entendiendo las revoluciones científicas y políticas que hemos experimentado y la separación resultante de iglesia y estado que tuvo como efecto la creación de estas especies de mundos separados en los que actuamos. Teníamos el mundo de la ciencia que estudiaba objetivamente la naturaleza; teníamos el mundo de la política que se centraba en el mundo de las relaciones humanas y después, todo lo demás quedaba en el terreno de las experiencias subjetivas y lo privado. Este desarrollo fue evidentemente muy importante dado que necesitábamos liberarnos de las constricciones y dogmas de la iglesia. Pero entonces heredamos este mundo en el que existe una profunda suposición de que la espiritualidad puede ser importante para tu vida personal pero no puedes llevar esas percepciones, los frutos de tu sabiduría, al dominio público y que te tomen en serio. Una vez preguntaron a Emmanuel Kant, “¿Cuál es la esencia de la modernidad?” y el respondió, “La modernidad significa que si alguien entrase en tu cuarto y te sorprendiese arrodillado, rezando a Dios, te avergonzarías”. En las últimas décadas, la consciencia pública occidental moderna está alcanzando un punto en el que puede reconocer que la trayectoria en la que nos hallamos tiene algo fundamentalmente erróneo. Las señales están en todas partes y no es necesario nombrarlas en la crisis medioambiental global, la insostenibilidad del sistema económico, las armas de destrucción masiva –todas las señales que han desilusionado profundamente la fe de la psique moderna en el sendero moderno– iniciando el reconocimiento de que nos hemos apartado del objetivo. Tenemos que reconsiderar esta noción de que la espiritualidad no puede desempeñar un papel

legítimo en la vida pública. Muchas personas están empezando a ser conscientes de que la visión desencantada del mundo de la que salen –una visión que no ve presencia de lo sagrado en nada del mundo– ha fortalecido una actitud irreverente hacia la naturaleza. Ello invita a reconsiderar el sentido y la presencia de lo sagrado. Hacen falta espacios para que la presencia entre. Los espacios son muy interesantes. Considero que gran parte de nuestro trabajo en la práctica del activismo sutil consiste en crear espacios para que algo suceda y para que penetre un conocimiento.

Así que ahora desempeñamos el papel del gran chamán, y tiene que producirse una curación colectiva en la Tierra. Nosotros somos los chamanes, el mundo es la tribu y podemos involucrarnos en estas prácticas que ayudan en niveles muy sutiles a reequilibrar las cosas. Este es un movimiento hacia la meditación grupal y la sabiduría colectiva, y un punto clave para progresar es reconocer que la práctica grupal es exponencialmente más poderosa que la suma de los individuos del grupo.

La misión de Gaiafield Project es crear los cimientos intelectuales, espirituales, tecnológicos y sociales para el crecimiento a largo plazo del incipiente campo del activismo sutil. Queremos crear un espacio en el que puedan reunirse muchos grupos diferentes.

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